El puré de patatas es una guarnición clásica y deliciosa.
Se hace cociendo patatas hasta que estén tiernas y luego machacándolas con mantequilla, leche, sal y pimienta.
Su textura cremosa y su sabor suave lo hacen perfecto para acompañar platos principales como carne, pollo e incluso verduras asadas al horno.
Las patatas harinosas, como las Russet o Idaho, son ideales para el puré porque se deshacen fácilmente.
Las patatas cerosas, como las rojas o las nuevas, pueden hacer que el puré quede gomoso.
Cocinarlas demasiado o muy poco puede afectar la textura.
Deben estar tiernas pero no desmoronarse.
La textura correcta del puré de patatas debe ser suave y cremosa, sin grumos.
Debe sentirse ligera al paladar, casi como si estuvieras comiendo una nube.
Un buen puré debe ser untuoso, lo que significa que tiene suficiente cremosidad para mezclarse bien con salsas o acompañamientos.
En resumen, el buen puré es un equilibrio perfecto entre cremosidad y ligereza.
Si evitas estos errores, te aseguro que tu puré de patata quedará delicioso.
E ideal para acompañar algunos de estos platos principales, como filetes de ternera asada, pollo al horno, salmón a la plancha, albóndigas en salsa y costillas a la barbacoa.
Unas albóndigas de lentejas son una opción sabrosa que combina genial con el puré.
Hasta unos filetes de tofu empanados y dorados son un complemento atractivo.