El origen de los helados se remonta a miles de años atrás.
En la antigua China, hace más de 3.000 años, se desarrollaban recetas que mezclaban leche con arroz y nieve, unas preparaciones primitivas que sentaron las bases de lo que hoy conocemos como helado.
La combinación de ingredientes nutritivos y técnicas de enfriamiento naturales ofrecía una alternativa refrescante, reservada en aquel entonces para las clases más altas.
Más tarde, en la antigua Persia, alrededor del año 400 a.C., se preparaba una bebida refrescante a base de agua de rosas y fideos finos llamada faloodeh, que se enfriaba con nieve almacenada en pozos especiales.
Poco después, cuentan los historiadores que Alejandro Magno, aficionado a estas delicias heladas, solía consumir nieve mezclada con miel y frutas.
Más tarde, los romanos adoptaron esta costumbre, utilizando nieve traída de los Alpes para enfriar mezclas similares.
El emperador Nerón, por ejemplo, organizaba caravanas para transportar nieve a Roma con el fin de preparar sus postres favoritos.
Durante la Edad Media, fueron los árabes quienes introdujeron en Europa el sharbat, una bebida fría elaborada con frutas, hierbas y azúcar, precursora de los sorbetes actuales.
Con la llegada del Renacimiento y los viajes de exploración, nuevas técnicas y sabores comenzaron a circular por Europa.
En el siglo XVII, estos productos empezaron a ser servidos en las cortes europeas, convirtiéndose en símbolo de lujo y sofisticación.
En 1660 el italiano Procopio inventó una máquina que homogeneizaba las frutas, el azúcar y el hielo, con lo que se obtenía una verdadera crema helada, similar a la que hoy conocemos.
Procopio abrió en París el Café Procope, donde además de café se servían helados y así se popularizó.
Para el siglo XVIII las recetas de helados empezaron a incluirse en los libros de cocina.
Pero no fue hasta el siglo XX, con la aparición de la refrigeración eléctrica y los procesos de producción industrial, cuando el helado se popularizó, dejando de ser un privilegio de unos pocos para convertirse en un alimento accesible a toda la población.
Desde entonces, el helado no ha dejado de evolucionar, incorporando nuevos sabores, texturas y presentaciones que lo mantienen vigente y deseado en todas las culturas.