Los arándanos azules son de los pocos productos que casi, casi podríamos denominar como un superalimento.
Muy bajos en calorías pero llenísimos de nutrientes y beneficios, por algo son una de las frutas favoritas de nutricionistas, médicos y expertos en salud, con propiedades comprobadas por la ciencia y que comparten, grosso modo, con los demás frutos rojos, bayas o frutos del bosque.
Al someterse a la ultracongelación, estas bayas retienen mejor sus vitaminas antioxidantes y compuestos como los polifenoles.
El proceso casi detiene la pérdida de nutrientes -en realidad la ralentiza-, una pérdida mucho más acelerada en el producto fresco, que se precipita cuantos más días y cambios de temperatura sufre el alimento.
Además, esos polifenoles y otros compuestos como las antocianinas incluso mejoran su biodisponibilidad al congelarse, porque la estructura del alimento se modifica haciendo que sean más accesibles para el organismo que aprovecha mucho mejor sus nutrientes.
En resumidas cuentas: los arándanos congelados del supermercado mantienen más nutrientes que los frescos y nuestro organismo los asimila mejor.
Ahora bien, eso no quiere decir que la fruta al natural no sea muy saludable y beneficiosa; si nos gusta más que congelada, podemos seguir disfrutándola sin problemas.
Porque es el único inconveniente de los congelados, que modifican su textura y aspecto original.
Los arándanos congelados pueden ser una buena opción para preparar un smoothie, batidos, compota, un budín, helados y polos saludables, para tomar con yogur, porridge o gachas, o elaborar salsas y similares.