Los yogures helados contienen más azúcar y más calorías que los yogures tradicionales y, además, suelen ir acompañados de toppings poco saludables.
Un yogur natural contiene un 4% de azúcar, que es el azúcar propio de la leche.
Un yogur helado estándar suele tener entre el 20 y el 25% de azúcar, es decir, 5 o 6 veces más que un yogur.
Los que menos azúcar tienen están en torno al 11-12%, que ya es el triple de lo que contiene un yogur natural.
Si alguien se come un yogur helado pensando que está comiendo algo tan saludable como un yogur natural... se engaña a sí mismo.
Un yogur natural presenta unas 50-60 kcal por cada 100 gramos, un yogur helado tiene por lo general entre 100-150, es decir, el doble o el triple.
Los yogures tienen un tamaño estándar de aproximadamente 125 ml.
Te comes uno, y listo.
Las tarrinas de helado suelen ser más grandes, con tamaños de 140 ml, 180 ml e incluso 250 ml.
Tarrinas que te comes sin pestañear mientras das tu paseíto o estás sentado en una terraza.
Toppings y accesorios
Cuando comes un yogur en casa, para "alegrarlo" un poco le sueles añadir azúcar o sacarina.
Y si ya te vienes arriba le añades fruta, frutos secos, avena...
Sin embargo, a un yogur helado lo que a uno le suele pedir el cuerpo es añadirle pepitas de chocolate, chocolate líquido, siropes y otras juergas varias...
El problema es que, para compensar la falta de sabor (y porque a un helado también le viene bien el azúcar para conseguir la consistencia adecuada) en ocasiones los fabricantes añaden más azúcar de la cuenta.
Es decir, bajan la materia grasa pero suben la cantidad de azúcar.
Como diría mi paisano José Mota: las gallinas que entran por las que salen.
En los últimos días hay cierta inquietud por la retirada del mercado algunos helados que podrían estar contaminados con óxido de etileno.
La contaminación se habría producido a partir del aditivo E-410 (goma garrofín o algarroba), un estabilizante y gelificante habitual en los helados responsable de esa textura cremosa que tanto apreciamos.
El óxido de etileno es un gas usado en la industria principalmente para producir otras sustancias químicas, como anticongelantes.
Según la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN), es un posible mutágeno, carcinógeno y tóxico para la reproducción.
Por tanto, si se detecta cualquier cantidad de óxido de etileno en los alimentos, estos deben retirarse del mercado.
Sin embargo, desde la AESAN nos informan de que podemos descartar la existencia de un riesgo agudo, siendo el riesgo crónico el que podría suponer una preocupación.
Es decir, el riesgo por la toxicidad no vendría por comernos un helado de forma puntual, sino por haber comido grandes cantidades de productos contaminados de manera sostenida en el tiempo.
Por tanto, revisemos si tenemos en el congelador alguno de los helados retirados, pero ¡tranquilidad en el frente!
Este tipo de alertas, aunque generen miedo y confusión, son un síntoma claro de que nuestros sistemas de vigilancia y control funcionan.
Un yogur helado lo que a uno le suele pedir el cuerpo es añadirle.