La mostaza es una planta originaria de la cuenca mediterránea y sus semillas se suelen utilizar para preparar un condimento de sabor intenso, amargo y picante.
Los granos de la planta de la mostaza están formados por el mironato y la mirosina, que al triturarse y mezclarse con el agua, liberan unas sustancias que le proporcionan ese sabor picante característico.
Existen 3 variedades principales: la negra, que es muy intensa, la marrón, que es menos picante, y la blanca, que carece de mironato y suele mezclarse con las 2 anteriores, como ocurre en la gastronomía inglesa.
La primera mención escrita a la mostaza actual data del siglo XIII en Francia, donde se recoge el término moutarde para el condimento y el vocablo latino mustum para la planta en sí.
Se cree que procede de India, China o Afganistán y que su cultivo comenzó aproximadamente en el 5.500 antes de nuestra era.
Ya se menciona en la Biblia como una planta introducida en Palestina a través de Egipto, cuyos granos se molían para preparar todo tipo de condimentos.
A mediados del siglo XIV, el famoso chef Taillevent publicó la primera receta de salsa de mostaza que se conoce en su Le Grand Cuisinier de toute Cuisine.
Era muy distinta a la que tenemos en nuestros días, ya que la elaboración consistía en crear una barra sólida que había que rallar y rehidratar posteriormente.
Para que te hagas una idea, se cogían 2 partes de granos de mostaza, una de comino y se remojaba todo en vino blanco.
Después iba al horno y se molía muy fino acompañado de canela y otras especias.